viernes, 8 de mayo de 2009

El Frente Antineoliberal Kirchnerista y los Movimientos Sociales. Por Isaac Yuyo Rudnik



Síntesis de la intervención del cro. Isaac Yuyo Rudnik en el panel "Perspectivas de las experiencias de transición en América Latina" que organizó Democracia Socialista, corriente del PT, durante el FSM desarrollado en Belém, Brasil.

Las razones para la conformación de la alianza que viene sosteniendo los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, estuvieron desde sus inicios definidas por la necesidad de confrontar con las aristas mas duras del modelo neoliberal, que en la Argentina fue hegemonizado bajo el menemismo por las transnacionales y el poder financiero. Estos, en la segunda parte de los 90, buscan profundizar el modelo intentando avanzar incluso sobre sectores con los que compartieron objetivos e intereses en su primera etapa de desarrollo, lo que obviamente traerá como consecuencia un mayor crecimiento de la miseria y la exclusión entre las mayorías afectadas por este modelo desde su gestación. Este carácter, que podríamos llamar “antineoliberal”, del Frente conformado en 2003, permite incorporar un espectro muy amplio y diverso de sectores sociales y políticos, entre los que algunos “sobran”, si lo pensamos exclusivamente desde la perspectiva estratégica de conformación de un Frente Nacional Antiimperialista. Probablemente éste último elemento es el que lleva a varias organizaciones populares a desconfiar y no incorporarse a este proceso, por lo que debemos decir que también hubo sectores del campo popular que debieron estar y faltaron a la cita.

Las razones de los Movimientos Sociales y la izquierda nacional para participar

De la misma manera que siempre pensamos que el avance hacia la construcción de un país mas independiente económicamente, mas justo en la distribución de la riqueza y mas soberano política y económicamente, no sólo nos permitirá mejorar las condiciones de vida de las mayorías, sino que es el paso insoslayable que debemos transitar para estar en condiciones políticas y sociales de avanzar hacia la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados. Entonces ahora entendimos que era positiva la instalación de un Frente Antineoliberal que desarrollara políticas para la reaparición del Estado en la vida política y económica nacional recuperando espacio para las políticas públicas; que impulsara cambios institucionales en el Poder Judicial, en las Fuerzas Armadas terminando con la impunidad con que gozaban los genocidas de la última dictadura; que virara en 180 grados la prioridad de las relaciones políticas y económicas internacionales que antes estaban en EEUU y pasaron a la integración regional; que promoviese el crecimiento económico sobre la base de un fuerte desarrollo del mercado interno, lo que posibilitó un proceso de reindustrialización que revitalizó la capacidad instalada existente y creó millones de puestos de trabajo, para mencionar sólo algunos de los cambios más importantes.

Durante una larga etapa la contradicción principal en nuestros países dependientes, es y será entre el poder económico internacional y sus aliados nativos, Versus el campo nacional, entre el imperialismo y la Nación, -conformada ésta por un espectro que va desde los trabajadores y los pobres urbanos y rurales, hasta sectores de la pequeña y mediana burguesía, y grupos económicos que tienen asentados sus intereses fundamentales en el mercado interno. Pero esto no significa que desconozcamos las contradicciones que en simultáneo se desarrollan al interior de esta alianza nacional, porque esto sería suicida para los intereses inmediatos y de largo plazo de los trabajadores y los sectores populares.

Igualmente -y con mayor fuerza- en estos años que el Frente Antineoliberal dio batalla en una diversidad de frentes, nunca dejaron de producirse una infinidad de enfrentamientos al interior del mismo, pues allí convivimos con sectores, que entre otras cosas, permanentemente buscan mantener las lógicas neoliberales para defender sus intereses, para acrecentar sus ganancias y consolidar sus posiciones monopólicas.

De lo anterior se desprende que tanto en el proceso de construcción estratégica del frente antiimperialista, como en el curso de la participación en el Frente Antineoliberal desde el 2003 en adelante, es siempre indispensable fortalecer la presencia de las representaciones de los trabajadores y los sectores populares al interior de estas alianzas, impulsando su presencia, inserción y crecimiento cuantitativo y cualitativo, conformando un espacio de izquierda que esté en condiciones de ser escuchado, que pueda debatir y proponer, en fin que tenga voz y voto. La lucha interna al interior de estas alianzas -especialmente en el caso del Frente Antineoliberal- es inevitable, porque los sectores poderosos económicamente buscan -como decíamos - mantener sus posiciones y debilitar todas las políticas que beneficien a los sectores populares, especialmente aquellas que tengan carácter redistributivo. Si sus intereses logran imponerse hegemónicamente, indefectiblemente se debilita el mismo carácter antineoliberal del Frente y por lo tanto se resquebrajan los objetivos comunes. Por eso se torna indispensable asumir esta disputa desde el primer momento de participación en estas alianzas, para la que hay que prepararse desde el inicio.

Fortalezas y Debilidades

Nos incorporamos a la administración encabezada por Néstor Kirchner en sus primeros meses de vida teniendo claro estas cuestiones, y nos propusimos tener una participación protagónica en la construcción de un bloque de izquierda al interior del kirchnerismo, a través darle una fuerte visibilidad a los Movimientos Sociales incorporados al nuevo gobierno, ya que habíamos sido los verdaderos protagonistas de la resistencia en los 90, y fundamentalmente en el período 2001-2003. Transitamos una primera etapa en que la conducción kirchnerista sostenía un discurso de renovación política y de rechazo a las viejas estructuras políticas como el PJ y la UCR sostenedoras y administradoras del modelo de los 90, y alentaba fuertemente la gestación de este espacio por izquierda. Estaba entonces claro para nosotros que el fortalecimiento de la organización del campo popular tras las consignas antineoliberales, pasaba por el apoyo al gobierno kirchnerista que tomaba medidas transformadoras de las estructuras creadas por el menemismo. Bajo este concepto el kirchnerismo constituyó una nueva herramienta electoral llamada Frente para la Victoria que a sólo dos años de haber asumido, le ganó las elecciones por paliza en la provincia de Buenos Aires al propio Partido Justicialista. Esto generaba importantes expectativas y adhesiones en el conjunto de la sociedad, en particular entre los excluidos y los sectores progresistas, lo que potenciaba la ampliación de la base de apoyo y el crecimiento de nuestros movimientos. Este último elemento, el que se refiere al comportamiento de la base de apoyo del kirchnerismo en general y de la de nuestros movimientos en particular, es clave para seguir la evolución del proceso que se desarrolló de allí en adelante.

A partir de 2006 gradualmente fueron cambiando algunas cosas. El gobierno retomó relaciones con notorios representantes de la política de los 90 que hasta hace poco nos habían enfrentado, y fue incorporándolos uno a uno al Frente para la Victoria, especialmente los que pertenecían al Partido Justicialista. Este proceso regresivo abarcó todo ese año y el siguiente, hasta llegar a las elecciones presidenciales de octubre de 2007 con una nueva estructura política que instaló claramente al Partido Justicialista como la columna vertebral del Frente para la Victoria, y abarcó a otros sectores conservadores fundamentalmente provenientes de la UCR, que ocuparon lugares importantes, como la candidatura a la vicepresidencia. Esta propuesta si bien ganó las elecciones llevando a Cristina a la presidencia, no podía ocultar en una lectura mas precisa de la realidad, que se estaba produciendo un importante desgaste en el inmenso consenso social con que contábamos dos años atrás. Y esto no fue percibido en toda su magnitud por la conducción del kirchnerismo. El primer gran golpe político para nuestro gobierno vino con la primera medida importante impulsada por la presidenta en el mes de abril, que percibía el advenimiento de un período de inestabilidad de los precios internacionales de los productos que el país exporta, y que por lo tanto son una importante fuente de recursos para que el estado pueda darle continuidad a las políticas redistributivas. La medida en lo concreto significaba imponer un cambio en el impuesto a la exportación de la soja, dándole una movilidad que aumentaba o disminuía en porcentaje si aumentaban o disminuían los precios en el mercado internacional. Esto a la vez que permitía estabilizar los precios internos de los alimentos le ponía un tope a las ganancias de la oligarquía particularmente las de los grandes productores de soja. Estos sectores se opusieron furiosamente, y apoyados en una campaña salvaje de los grandes medios de comunicación, y por la derecha que ya venía detectando el desgaste del gobierno, lograron promover un proceso de movilización opositora que fue creciendo hasta alcanzar niveles impensables antes de éste conflicto.

La alianza conformada para ganar las elecciones presidenciales de octubre se resquebrajó en el parlamento, y los sectores conservadores que la componían votaron en contra, haciendo fracasar el proyecto de ley en el senado. El gobierno contaba allí con una mayoría de 51 senadores, quince de éstos votaron en contra produciéndose un empate que se saldó con el voto negativo del propio vicepresidente. Todo esto fue posible porque la conducción kirchnerista no percibió que, tanto la permanencia como las nuevas incorporaciones de connotados personajes de la política de los noventa, a la vez que le debilitaba la estructura política para gobernar -especialmente en el parlamento- también le ocasionaba un tremendo desgaste en los sectores mas dinámicos y progresistas de la sociedad, entre los que había despertado grandes expectativas con el discurso de renovación política. Principalmente por la grieta de esta decepción coló la campaña opositora de los medios de comunicación, que existió desde el principio y sin embargo no nos había podido hacer mella. En la propia base de apoyo de nuestros movimientos y en la sociedad en general, en el fragor de la confrontación con la oligarquía agropecuaria que abarcó cuatro largos meses, no nos fue fácil explicar que el producto del impuesto que se trataba de implementar iba ir para los pobres.

Las posibilidades actuales

Después de esta batalla perdida, el gobierno insiste en fortalecer su referencia en el Partido Justicialista, el propio Néstor Kirchner se ha convertido en el presidente del PJ, con el argumento de que es una herramienta que le va permitir ganar las elecciones lo que obviamente torna muy difícil la connivencia con nuestros Movimientos Sociales, sobre todo en algunos lugares emblemáticos como la Provincia de Buenos Aires.

Mas allá de infinidad de actitudes de la conducción kirchnerista que a partir del 2006, permanentemente buscaron disminuir la visibilidad política y social de los Movimientos Políticos, Sociales y Sindicales que defendemos consecuentemente los intereses de los sectores populares -la negativa a la personería de la CTA es un gigantesco botón de muestra- lo que hoy está fuertemente cuestionado, es si tenemos consenso en la base social de nuestros Movimientos Sociales y en los sectores progresistas, para plantearnos el objetivo de fortalecer la organización y movilización popular tras la profundización de las políticas transformadoras ejecutadas en la primera etapa del gobierno, desde el kirchnerismo. Y si es posible construir desde allí el bloque de izquierda del Proyecto Nacional y del Frente Antineoliberal.

En esta circunstancia podemos cometer dos tipos de errores. Y esta quizás sea un elemento común a todas las otras experiencias que venimos haciendo en diferentes países de la región. Cometeríamos error “por izquierda”, si desconocemos las dificultades que presenta la realidad para profundizar transformaciones antineoliberales en un contexto, en que aun en medio de una tremenda crisis y con un fracaso rotundo en América Latina, las políticas neoliberales mantienen un fuerte predominio en el mundo. A diferencia de los cambios producidos en los años 50 y 60, que se dieron en contextos internacionales relativamente favorables a ellos, facilitando el desarrollo de modelos nacionales en nuestros países, hoy estamos marchando absolutamente a contramano de lo que quisieran para el sur del continente los EEUU y toda su maquinaria política, económica y militar. A esto se le agrega, en el caso argentino, el hecho de que todavía sufrimos fuertemente las consecuencias de la devastación producida en el campo popular por el genocidio de la dictadura sobre una generación de dirigentes y militantes populares. Pero también podemos cometer un grave error “por derecha” si aceptamos el discurso posibilista de que nada se puede hacer por fuera de lo que hay. Y aquí surge claramente cual es el rol que deben cumplir los Movimientos Sociales y la izquierda en esta etapa, y que pasa en lo principal por recuperar las consignas que nos llevaron a convertirnos en alternativa hace pocos años y ganar elecciones con propuestas de cambio. Es cierto que una cosa es ser oposición y otra gobernar, y que en este aspecto estamos haciendo un duro aprendizaje. Pero también la experiencia de este tiempo en que estamos gobernando muestra que lo que nos reclaman los sectores sociales que nos votaron y hoy nos siguen sosteniendo, es coherencia entre los dichos y los hechos y continuidad de las políticas transformadoras. Cuando estas avanzan nuestros gobiernos mantienen o recuperan consenso y apoyo, y se fortalecen políticamente, y las campañas de los grandes medios opositores son derrotados por la realidad. Cuando nuestro discurso se despolitiza, y los cambios se gradualizan solo para preservar los intereses de los grupos mas poderosos, le damos argumentos a la derecha y a los grandes medios para golpearnos por izquierda, y en mas de un caso llegan a apropiarse falsamente de nuestras consignas.

Caminos y derechos cercenados

No hay recetas ni manuales que indiquen como proceder en situaciones tan complejas. Pero hay algunos caminos a los que claramente les podemos decir que sí y a otros que no. NO podemos ni debemos confiar que todo se resuelve con habilidad, inteligencia manejos y arreglos palaciegos, o acuerdos a puertas cerradas. NO hay actitudes incoherentes con algunos de los principios fundamentales con los buscamos y logramos el apoyo que nos permitió llegar a ser alternativa al neoliberalismo, que no nos haga perder credibilidad y consenso, y esto mas temprano que tarde trae disminución de fuerza política que incluye pérdida de base electoral. NO es cierto que las políticas que buscan profundizar las transformaciones nos hacen perder espacio entre las mayorías, sino todo lo contrario. SI es indispensable impulsar las transformaciones antineoliberales sobre la base de la movilización popular, ya que sigue siendo la única herramienta que nos permite sostener cualquier proyecto estratégico de carácter nacional y popular y contrarrestar las constantes presiones y amenazas de los grupos monopólicos, SI podemos y debemos impulsar la gestación del Bloque de Izquierda del Frente Antineoliberal, como única garantía para que éste no defeccione bajo los embates de la derecha de adentro y afuera.

Ya hemos escuchado muchas veces -sobre todo en la década de los 90- el discurso del posibilismo que nos decía que después de la caída del muro teníamos por delante varias décadas de moderación y resignación. Nuestros Movimientos Sociales y los partidos de izquierda que hicimos oídos sordos a aquellos cantos de sirena, hoy nos mantenemos fuertes y dinámicos y muchos hemos sido protagonistas en los gobiernos protagonistas de la región. Ahora encaramos una nueva encrucijada, que podremos sobrellevar si entendemos que no solo será posible sino indispensable profundizar los cambios que se vienen produciendo. Este es el debate que debemos dar con nuestros gobiernos y en el conjunto del marco regional, impidiendo que la crisis generalizada del neoliberalismo nos lleve a pensar que las transformaciones deberían ser mas lentas, sino que justamente para enfrentarla con éxito debemos mantener el espíritu radicalizado proveniente de los reclamos legítimos con los que nuestros movimientos siguen poniendo en el centro de la escena la vigencia de derechos aun cercenados de millones de compatriotas.

Isaac Yuyo Rudnik

Movimiento Libres del Sur

Febrero 2009

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